Muchas enfermedades provienen de la deficiencia de elementos esenciales en la dieta. El cromo es uno de estos elementos, ya que se ha reportado que el cromo es un cofactor en el mantenimiento normal del metabolismo de lípidos y carbohidratos por asistencia en la acción de la insulina.(1)
El cromo se asocia con un compuesto denominado “factor de tolerancia a la glucosa (FTG)”. El FTG, además de cromo, contiene niacina, glicina, ácido glutámico y cisteína. En 1959 el cromo fue identificado como el componente activo del FTG. De hecho, los síntomas de intolerancia a la glucosa, son considerados como el signo primario de deficiencia de cromo. La deficiencia de cromo puede deberse a dietas bajas en cromo biológicamente disponible, vejez, embarazo, glucosa alta y stress.(1)
En resumen, niveles bajos de cromo en humanos y en animales, conduce a la intolerancia a la glucosa, a elevados niveles de glucosa en la sangre, a la hipercolesterolemia y al desarrollo de plaquetas aórticas que puede generar ansiedad, fatiga, un metabolismo inadecuado de los aminoácidos y de las grasas y elevar el riesgo de arterioesclerosis. El cromo tiene, pues, una función esencial en la regulación de la acción de la insulina y, por lo tanto, de los niveles del azúcar sanguíneo y en su transporte hacia las células musculares. A partir de dicha función, el cromo alcanza amplias indicaciones terapéuticas, pues existen un sinnúmero de afecciones causadas por la alteración del nivel de azúcar y de la producción de insulina en nuestro organismo.